El APBT
se ha criado históricamente para el combate contra otros perros. Un APBT bien educado tiene un temperamento muy firme y,
contrariamente a la creencia popular, no es intrínsecamente agresivo hacia los
seres humanos. Sin embargo, como adultos, los APBT pueden mostrar agresión
hacia otros perros y animales. Este hecho, junto con la fuerza de los APBT y su
determinación, debe tomarse en cuenta cuando se piensa tener un APBT. Como con
cualquier perro, la socialización y el entrenamiento constante son elementos
que se deben manejar desde muy temprana edad.
Hay
varios tipos de perros que comúnmente se confunden con los Pit Bull. Principalmente, el American Staffordshire Terrier (AST) y
el Staffordshire Bull Terrier (SBT). Todos comparten una ascendencia ancestral similar, pero se fueron criando
posteriormente, acentuando diversos criterios de crianza en cada una de las
razas.
HISTORIA
La versión oficial del origen del APBT en el estándar
de la raza elaborado por el United Kennel Club, dice que el APBT es un
descendiente del bull-and-terrier un antiguo tipo de perro que era una mezcla
de antiguo bulldog y terrier, muy
utilizado en peleas de perros y que es el antepasado de todos los perros
terriers de tipo bull. Estos perros han venido a los Estados Unidos en el siglo
19 por los inmigrantes británicos e irlandeses, y se perfeccionó hasta que en
1898 un grupo de criadores se reunió y fundó el United Kennel Club para
reconocer la nueva raza, llamada American pit bull terrier("Bull terrier
americano de foso").5
Hay amplia evidencia de que esta versión es una verdad histórica.
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"bull-baiting" |
Pero la historia de la raza es un tema
recurrente en las discusiones entre los criadores dedicados a esta. Aunque el
origen exacto del APBT no
se conoce, podemos situar con certeza sus raíces, por lo menos ciento cincuenta
años atrás o más, en Inglaterra. Durante el siglo XVIII y XIX el deporte de "bull-baiting"
ó peleas contra toros, estaba en su máximo apogeo y los perros fueron criados
para sobresalir en esta faena. El mismo tipo de perro también fue utilizado por
los cazadores para capturar presas y por los carniceros y los granjeros para
dominar y controlar ganados ingobernables.
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Antiguo bulldog inglés, 1829 |
Estos perros fueron llamados los "bulldogs."
Históricamente, la palabra "Bulldog" no apuntaba a una raza de perros en específicos , sino que fue aplicada a
los descendientes de los perros más antiguos del tipo Mastiff que sobresalieron en la actividad del "bull
baiting". Los " bulldogs" de yore eran muy diferentes, y no se
deben confundir, con los graciosos perros de exhibición de hoy en día. El viejo Bulldog de trabajo, criado para la acción, estaba más cercano
en fenotipo y espíritu al APBT o el American Bulldog moderno. El uso de la palabra "bulldog" aplicado a APBT's persiste incluso hoy entre los fans
de los APBT. Cuando el "bull baiting" fue prohibido en Inglaterra en 1835 la actividad de poner en combate un perro
contra otro empezó a tener auge y llenó el vacío que dejó esta abolición. Un
punto en disputa, a cerca de la historia del APBT, radica en sí esta raza de
perros de pelea era esencialmente una nueva raza creada especialmente para este
pasatiempo popular. Algunos autores, notablemente Richard Stratton, han teorizado que el APBT es esencialmente la misma raza
que los del perros de la época del renacimiento usados en "bull-baiting", en gran parte puro mezclado luego con cualquier otra
clase de perro, específicamente terriers. Estos autores consideran el actual
nombre, American Pit bull Terrier, un doble error, puesto que, en su opinión,
la raza no es de origen americano y no es un terrier. Explican la atribución
popular del origen de la raza a una cruza entre el "bulldog" y los
terriers como confusión retrospectiva con la historia de crianza de la Bull
Terrier Inglés, quien nunca fue un perro de peleas y que además tiene su origen
bien documentado.
El reciente ataque de un pitbull que terminó con la muerte de un niño de 14 meses reabrió el debate sobre estas razas potencialmente peligrosas en Medellín.
Los defensores de los pitbull y otras razas catalogadas como peligrosas -dóberman, bull terrier, rottweiler, tosa japonés o fila brasileiro- aseguran que los comportamientos agresivos se deben a la mala crianza de los dueños, y que con una buena educación el perro puede ser muy manso y cariñoso.
Los detractores, por su parte, dicen que no hay poder humano que logre controlar los instintos agresivos de estas razas, y que lo mejor es esterilizarlos para evitar su procreación. Pero entre las dos posturas hay un punto medio.
Alejandra Ramírez, etóloga clínica experta en el comportamiento de perros y gatos y directora del centro de entrenamiento canino Perronalidad, explica que la agresividad de estas razas depende 50 por ciento de la genética y 50 por ciento del ambiente, es decir, del entorno en el que crece y la crianza que recibe.
En cuanto a la genética, el pitbull fue creado en Estados Unidos a principios del siglo XX del cruce entre bulldogs y terriers. El objetivo era crear una raza que combinara la bravura de los terriers con el atletismo de los bulldogs para ponerla a competir en el “bull-baiting”, un “deporte” que consistía en encerrar en un pozo a un perro y a un toro para que pelearan hasta la muerte.
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De ahí viene su nombre: pitbull significa, literalmente, “pozo del toro”. Y según Ramírez, un perro de esta raza es capaz hasta de tumbar una vaca.
El otro 50 por ciento, el ambiente, tiene que ver con la crianza y los cuidados de los amos. La etóloga explica que un perro de raza potencialmente peligrosa debe permanecer hasta los tres o cuatro meses de vida con su madre y sus hermanos, porque cuando es sacado antes de tiempo empiezan los problemas.
“La mamá le enseña al cachorro cómo debe comportarse, le muestra que no debe morder duro, le enseña a comer y a hacer sus necesidades”, dice Ramírez.
Además, los primeros seis meses son fundamentales: es ahí cuando el amo debe mostrarle el mundo al perro y enseñarle a relacionarse con los demás perros, humanos, niños, carros, caballos; en medio año, el perro aprende a relacionar con el entorno en el que va a vivir.
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Para esto, la etóloga sugiere como mínimo tres horas diarias de actividad física y de socialización. “Y tres horas bien dadas”, puntualiza. Por eso Ramírez recomienda que las personas que quieran adoptar perros de estas razas evalúen cuánto tiempo tienen y si cuentan con los recursos para educar a sus mascotas y brindarles alimentación y salud:
“Cuando no tiene todo eso y sale a la calle, el perro sale, literalmente, a comerse el mundo. Porque no lo conoce”.
Otro error que cometen los dueños de perros es tratarlos como si fueran bebés. “Cuando el perro duerme en la cama y come pollo con sus amos, también hay problemas”, dice la etóloga.
Y es mucho peor cuando tratan de educar a los perros con medios violentos, porque los animales absorben lo que les brindan sus dueños.
“Muchas veces la educación de los perros es a punta de golpes, a punta de periódico, un grito, una patada o un encierro. No hay un aprendizaje real, porque adoptan una actitud por temor. Lo que debería hacer uno es educar en positivo”, cuenta Ramírez.
En Estados Unidos, por ejemplo, los dueños de razas potencialmente peligrosas deben hacer un curso y someterse a exámenes médicos y psicológicos antes de obtener un permiso para su tenencia.
Porque además, cuando estos perros muerden por primera vez, es muy difícil que paren.
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“Resulta que cuando un animal ha matado o ha mordido, esto les produce mucho placer. Es algo natural e instintivo”, dice Ramírez.
La experta en comportamiento de canes explica que los perros catalogados como peligrosos pueden empezar mordiendo un animal pequeño, como una rata o un pollo, y es entonces cuando se dan cuenta de que pueden con presas más grandes.
Basados en un conjunto de variables, los etólogos hacen un análisis de la peligrosidad del perro y determinan si es manejable o no.
Ramírez lo explica con una analogía:
Una niña nace con mal genio. “Eso es genético y nadie se lo quita”. Con educación, a la niña se le puede enseñar a tratar bien a sus compañeros de colegio y a respetar a sus mayores. Pero si un día amanece malgeniada, no hay quién se la aguante. “No es lo mismo una vaca lechera que un toro de lidia”, dice la etóloga.
Esto aplica para todas las razas: “Si tu pincher es agresivo debes prevenir, porque un pincher le puede arrancar el dedo a un niño. En temas de ataque puede ser cualquiera”.
La diferencia, por supuesto, es que la mordida de un pincher no es letal, pero la del pitbull sí.
Por eso, para el concejal de Medellín Álvaro Múnera, estas razas no deberían catalogarse como “potencialmente peligrosas” sino “con gran capacidad de mordida”.
¿Y qué dicen las normas en Colombia sobre estos perros?
La ley 746 de 2002 prohíbe explícitamente la crianza de las razas de perros potencialmente peligrosos, sus cruces o híbridos: staffordshire terrier, american staffordshire terrier, pit bull terrier y american pit bull terrier.
Además, exige que los propietarios de estos perros inscriban a sus animales en el Censo de Perros Potencialmente Peligrosos, y los obliga a comprar una póliza de responsabilidad civil extracontractual para cubrir la indemnización en caso de que muerdan a una persona o animal.
Otras medidas que contempla la ley son el bozal y la correa en sitios públicos, la esterilización del perro y hasta la eutanasia si agreden a una persona.
Sin embargo, según el concejal Múnera, en la legislación colombiana no existen herramientas efectivas para hacer cumplir esta ley.
Según él, la Policía se encarta cada vez que decomisan perros agresivos a los “bandidos que los usan para atracar o defender ollas de vicio”.
Otra ley, la 1774 que penaliza el maltrato animal, dice que estos perros deberían ir a parar a las asociaciones defensoras de animales. Pero las asociaciones tampoco tienen la capacidad para mantener canes peligrosos.
Así, muchos de los perros peligrosos decomisados por la Policía terminan en el Centro de Bienestar Animal La Perla, donde los condenan a morir “solos y tristes” porque la ley prohibe que los den en adopción. De acuerdo con el concejal, en La Perla hay más de 70 perros de estas razas que pasarán allí encerrados el resto de sus vidas.
“Como sociedad, no estamos en capacidad de tener estos animales”, señala Múnera.
Es por esto que el concejal de Medellín busca proponer un decreto, acuerdo municipal o ley nacional que brinde las herramientas necesarias para poner fin al problema de los perros potencialmente peligrosos.
Una de las medidas que propone Múnera es la judicialización de las personas que tengan criaderos de estas razas y una medalla que identifique a los perros esterilizados.
“Por criar estos animales están condenando a los humanos y a los mismos los perros a morir solos”, dice el concejal.
Así, la invitación no es a abandonar los perros potencialmente peligrosos que ya tengan una familia -porque con buena educación se pueden controlar-, sino a dejar de comprar estas razas en los criaderos, a esterilizar los ejemplares y a sacarlos siempre con bozal a la calle.